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La importancia de las palabras. La forma en la que pensamos o hablamos, determina como nos sentimos.

Ante situaciones complicadas o difíciles, achacamos como nos sentimos a dicha situación, pero... ¿te has parado a pensar alguna vez el discurso interno que tienes en estas situaciones? ¿Y cómo influye ello en cómo te sientes?

En muchas ocasiones, las emociones son generadas por determinados pensamientos, además, estos pueden influir en cómo actuar.

Probablemente no te hayas planteado esto debido a la automaticidad de estos pensamientos. El hecho de que sean automáticos no quiere decir que sean innatos, o que no se puedan modificar. Pues al igual que otras conductas, la conducta verbal también es aprendida, y por tanto se puede modificar.

Además de automáticos, en general, estos pensamientos no están ajustados a la realidad. ¿Qué quiere decir esto? Muchas veces, debido a estas situaciones complicadas, nos dejamos llevar por pensamientos que conducen a un estado anímico de sufrimiento –esto no ocurre por azar, sino que está explicado por principios científicos del aprendizaje humano-. Sin embargo, dicho malestar no es objetivo, sino que está influido por una manera distorsionada de interpretar esta situación.

Como decía anteriormente, esto no se produce al azar, ni porque a los humanos nos guste sufrir “tontamente”, sino que se explica por unos principios o leyes científicas, lo que es una buena noticia ¿Por qué? ¿Por qué pensar cosas que nos generan sufrimiento es una buena noticia? Pues porque en la medida en que sea el pensamiento lo que genera malestar, podemos modificarlo, como decía anteriormente, la conducta verbal, al igual que cualquier otra, está regida por estas leyes, mediante las cuales, también se pueden aprender otros pensamientos nuevos, más ajustados.

¿Y cómo puedo hacer esto? Que se pueda modificar no quiere decir que sea sencillo. Es una tarea complicada, que requiere de esfuerzo y sistematicidad. Es importante seguir unas pautas específicas, y muchas veces requiere de ayuda profesional.

No obstante, aquí os dejo unas pautas para tratar de conseguir esto:

- Si has llegado hasta aquí, ya tienes el primer paso, enhorabuena. Pues lo primero es saber que hay posibilidad de cambio, que esto se puede modificar.

- El siguiente paso, es hacer un esfuerzo en racionalizar la situación, mirarla desde fuera y preguntarnos ¿qué me estoy diciendo? ¿estoy describiendo la situación tal y cómo es? ¿es tan grave? ¿cómo puedo cambiar este discurso, esto que me digo para no sentirme tan mal?

- Y diréis: “vale sí, pero esto es muy obvio, pero no es tan sencillo, además que no me lo creo, no sirve de nada...”. Aquí es donde está la dificultad y el motivo de fallo, y es caer en el error de que este discurso va a venir solo y nos vamos a olvidar el previo que nos generaba malestar. Esto no es tan sencillo, hay que ser sistemáticos y constantes en cambiar este discurso cada vez que se de la situación, a pesar de que los pensamientos negativos iniciales vuelvan, y a que estos pensamientos nuevos alternativos no me los crea.

- Y es que, igual que la automaticidad de estos pensamientos negativos tienen una explicación científica, estas leyes también demuestran que siendo nosotros automáticos y sistemáticos en este cambio, estos nuevos pensamientos acabarán automatizándose, desplazando al discurso previo negativo.

Para finalizar, quiero compartir con vosotros una metáfora de Raimon Gaja que se ajusta bastante a lo que venimos comentando: “los humanos se asemejarían a una obra de arte. Con el tiempo se dañan debido al tiempo transcurrido, a los factores ambientales, es decir, al tiempo y a sus efectos. Sin embargo, estas obras no pierden su valor inicial. El ser humano no pierde su valor, pero a veces se necesita que se nos eche una mano para recuperar el resplandor inicial”.

 
 
 

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©2020 por María Recuenco Psicóloga. Creada con Wix.com

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